El Museo Vasco del Ferrocarril expone fotos inéditas tomadas por Vicente Crespo Lunes, 21 de Octubre de 2013

“Dado el gran valor histórico de las fotografías de Vicente Crespo, totalmente desconocidas en Azpeitia y que recogen escenas de género, paisajes y ambientes de hace un siglo, hemos decidido impulsar esta iniciativa junto a una jornada especial con motivo del XIX aniversario del Museo. Para ello, hemos puesto en marcha cinco vehículos de tracción vapor con los que se han efectuado cuatro circulaciones de viajeros/as en la línea de Azpeitia a Lasao, así como otros movimientos por la playa de vías del Museo”.

Se trata de un automotor diesel 301 de los ferrocarriles portugueses, de 1953, locomotora de vapor Portugal, también de los ferrocarriles portugueses, de 1913, locomotora de vapor Aurrera, del ferrocarril de Elgoibar a San Sebastián, de 1898  y la locomotora de vapor Zugastieta, del ferrocarril de Amorebieta a Bermeo, de 1888. Asimismo, durante toda la jornada se han  efectuado maniobras en la playa de vías por parte de la locomotora de vapor Espinal, construida por Robert Stephenson en 1887 y la grúa de vapor Grafton de 1920.

Redescubrimiento
Según Iñigo Palomino, director de Euskotren “en 1906, el joven juez Vicente Crespo fue destinado a los juzgados de Azpeitia. Aficionado a la fotografía, Vicente dedicó el tiempo que le quedaba libre entre pleito y pleito al desarrollo de su afición, lo que le permitió captar diversas imágenes en Azpeitia y su entorno más inmediato”.

“Como lamentablemente sucede con muchas de las fotografías tomadas por aficionados, durante un siglo sus imágenes se guardaron en la casa familiar de Astorga, sin que en Azpeitia se tuviera constancia de su existencia.

Afortunadamente, la presencia del Museo Vasco del Ferrocarril ha permitido redescubrir este pequeño tesoro, al darse la circunstancia de que uno de los biznietos de Vicente Crespo, Alberto García Álvarez, actual Director del área negocio de viajeros de Renfe, sea ferroviario no solo de profesión sino también de vocación” detalla el director de Euskotren.

Palomino recuerda que “como apasionado por todo lo relativo al tren, Alberto pronto se interesó por nuestro museo y visitó sus instalaciones. Poco después, en una comida familiar comentó su reciente viaje y su tío, Gabriel García Crespo, quien había dedicado una parte importante de su tiempo a bucear en la historia de la familia recordó que el primer destino de su abuelo fue, precisamente, Azpeitia. Buceando en el archivo familiar pronto encontró los negativos y textos de Vicente Crespo relativos a Azpeitia y no dudó en ofrecerlos al Museo Vasco del Ferrocarril para contribuir a su conocimiento y divulgación”.

“Podemos descubrir sorprendentes imágenes de una Azpeitia anterior a la llegada del ferrocarril. Pese a que ha  transcurrido más de un siglo, algunos lugares retratados por su antecesor nos resultan, todavía, familiares. En otros, el paso del tiempo los hace irreconocibles. Por ello, el Museo está abierto a enriquecer las imágenes que presentamos en este catálogo y exposición, con las informaciones que puedan aportar nuestros y nuestras visitantes y lograr así su completa identificación” comenta Iñigo Palomino, Director General de Euskotren.

Testimonios
Vicente Crespo dejó escritos sobre los que él denominaba su “Rodaje Profesional”, y que custodia su sobrino Gregorio García Crespo, también Magistrado. En ellos se expresaba así: “ El 29 de octubre de 1906, fui nombrado Juez de Primera Instancia e Instrucción del Juzgado de Azpeitia, patria de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, en donde está instalado el célebre Monasterio de Loyola, como casa cuna de dicha institución. Durante mi estancia allí se vivía bien, con abundancia de todo lo necesario para la vida, comiéndose con refinamiento y hasta con glotonería, bebiéndose con exceso la clásica sidra del país, muy rica y sabrosa. Me hospedaba en una célebre fonda, denominada de Arteche, instalada en una soberbia casona, de tipo antiguo, con grandes y espaciosas habitaciones. El trato era esmerado, y la comida, al estilo del país, demasiado abundante y muy bien condimentada, todo ello por la suma de cuatro pesetas diarias. Sus dueños, Roque Arteche y su mujer María Aramburu, eran unas excelentes personas, buenas, cariñosas y desinteresadas, desviviéndose por atender a sus huéspedes. Mi recuerdo hacia ellos es imperecedero y de suma gratitud”.

Crespo escribía que le “llamó la atención la lengua del país, que toda la gente hablaba entre si. En las villas se chapurreaba el castellano, sobre todo las mujeres, más que los hombres, debido a que aquellas, de jóvenes, salían al servicio doméstico a Bilbao y San Sebastián, en donde el lenguaje de Castilla era más corriente. En el ejercicio de la profesión tenia que valerme de un intérprete, que era el Oficial del Juzgado. Como rasgo típico, propio y exclusivo de toda aquella región vasca diré que la mayor ilusión de la gente moza, de los muchachos, ya de niños, y como aspiración suprema de su provenir, es en el juego de pelota, en el que cifran toda su felicidad. En todas las villas de aquella próspera comarca, lo primero que se ve es un magnífico frontón público. Desde que rompe el día hasta que la oscuridad de la noche se echa enci¬ma, allí acuden, alternando con sus ocupaciones, los rapaces, mozalbetes, jóvenes o mayores, de todas las edades, ensayándose y aprendiendo las lecciones que sobre el terreno observan o les dan los profesionales de ese astuto y violento juego, en sus  formas o matices, de pala, cesta o mano, hasta obtener el beneplácito de aquellos, a modo de título licenciatura en esa profesión o deporte”.

“Como pleito curioso, tramitado y resuelto por mí en aquel Juzgado, recuerdo uno que versaba sobre la reclamación, de extraordinaria importancia, de daños y perjuicios, contra un arquitecto de Bilbao, que dirigió la construcción de un convento de gran monta en el valle de Loyola, el cual se derrumbó acabado de construirse y días antes de ser habitado. Hago memoria que condenó al Arquitecto al pago de una suma importante. Se recurrió en apelación la sentencia que había dictado, y no he vuelto a saber de dicho asunto” anotaba el juez y fotógrafo.